Dios me dijo: Isaías, quiero que llames al sacerdote
Urías y a Zacarías hijo de Jeberequías, para que sean testigos de lo que vas a
hacer. Delante de ellos tomarás una tabla de arcilla grande y escribirás, con
letras grandes y claras, el nombre Maher-salal-hasbaz, que significa “Ya viene
la destrucción, ya están aquí los ladrones”. Tiempo después mi esposa y yo
tuvimos un hijo. Entonces Dios me dijo: Ponle por nombre Maher-salal-hasbaz.
Porque antes que el niño aprenda a decir “mamá” y “papá”, el rey de Asiria
destruirá las ciudades de Damasco y Samaria, y se quedará con todas sus
riquezas.
Luego Dios me volvió a decir: Yo soy tranquilo, como las
aguas del estanque de Siloé. Pero esta gente de Judá me ha despreciado, pues
tiene miedo de Resín y de Pécah, los reyes de Siria y de Israel. Por eso
enviaré contra Judá al ejército de Asiria. Los asirios la atacarán y la
destruirán, como cuando se inunda el río Eufrates, y el agua se desborda por
todos sus canales cubriendo todo lo que se pone en su camino. Los enemigos
asirios llegarán hasta Judá como cuando llega una gran inundación. Atacarán
como un águila, que con sus alas extendidas, se lanza sobre toda la tierra.
¡Pero Dios está con nosotros!
¡Escuchen esto, naciones lejanas, de nada sirve que se
preparen para la guerra! Aunque se armen hasta los dientes, quedarán
aterrorizados y destruidos. De nada servirán sus planes, pues Dios los hará
fracasar. Aunque llamen a la batalla, nadie les hará caso, pues Dios está con
nosotros.
Dios me tomó fuertemente con su mano y me adivinó que no
me comportara como los de Judá. También me dio este mensaje para ellos: No
llamen “conspiración” a todo lo que la gente llama “conspiración”. A la gente
le da miedo cuando los reyes se juntan para hacer planes de guerra. Pero
ustedes no deben asustarse ni tener miedo. Yo soy el Dios todopoderoso y es a
mí a quien deben adorar y temer. De lo contrario, será para ustedes como una
trampa, en la que caerán todos los habitantes de Jerusalén. Seré como una
piedra con la que tropezarán los dos reinos de Israel. Muchos tropezarán,
caerán y morirán; muchos caerán en la trampa y quedarán atrapados.
Entonces Isaías les dijo a sus discípulos: Mantengan en
secreto mis mensajes y las enseñanzas que les he dado. Dios está enojado con su
pueblo, pero yo confío en su bondad, y en él he puesto mi esperanza. Dios vive
en el monte Sión, y él me ha dado hijos para que juntos sirvamos de advertencia
a su pueblo.
Seguramente la gente les dirá: Todos los pueblos
consultan a sus dioses y les piden instrucciones o mensajes. Vayan ustedes y
consulten a los brujos y adivinos, para que les digan qué va a suceder. ¡Pero
no hagan caso, son puras tonterías! La gente irá de un lado para el otro, hambrienta
y maltratada; el hambre los pondrá furiosos y maldecirán a su rey y a sus
dioses. Mirarán por todas partes y sólo verán miseria y angustia. ¡Vivirán en
la más terrible oscuridad! Sin embargo, no durarán para siempre su angustia y
su dolor.
Así pues es esencial que el ser humano confíe y consulte
a Dios en toda circunstancia y que camine por el sendero que El ha enseñado a
través de sus mandamientos y, sabes es prioritario que el hombre despierte, que
aprenda a vivir de acuerdo a su Palabra para que la presencia de Dios reine en su vida.
Con Alta Estima,
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