Cuando llegue ese día, el lobo y el cordero se llevarán
bien, el tigre y el cabrito descansarán juntos, el ternero y el león crecerán
uno junto al otro y se dejarán guiar por un niño pequeño. La vaca y la osa
serán amigas, sus crías descansarán juntas, y el león y el buey comerán pasto
juntos. El niño jugará con la serpiente y meterá la mano en su nido. En la
Jerusalén de aquel día no habrá nadie que haga daño, porque todos conocerán a
Dios, y ese conocimiento llenará todo el país, así como el agua llena el mar.
Cuando llegue ese día, subirá al trono un descendiente de
David, y juntará a todas las naciones. Su país alcanzará la fama y el poder.
Entonces, Dios hará que vuelva todo su pueblo dispersado en los países de:
Asiria, Egipto, Patros, Etiopía, Elam, Sinar, Hamat, y las islas del mar.
Reunirá a las naciones y a los refugiados de Israel y de Judá, que fueron
esparcidos por todo el mundo. Ya no habrá celos entre Israel y Judá, ni tampoco
serán enemigos. Juntos atacarán a los filisteos que viven en la costa del
Mediterráneo. Juntos atacarán a los edomitas, moabitas y amonitas, que viven al
otro lado del río Jordán.
Dios secará el Mar de los Juncos. Enviará un viento
caluroso sobre el río Eufrates, y lo dividirá en siete arroyos para lo puedan
cruzar a pie. Así como hubo un camino para Israel cuando salió de Egipto, habrá
un camino de regreso para los que hayan quedado en Asiria.
Sabes el hombre que teme a Dios habrá hallado la
sabiduría y por ende el ser humano actuará con justicia y amor en la tierra
pues se llenará del conocimiento de Dios y entonces el hombre menguará la
envidia ya que reflexionará sobre sus deseos más profundos, lo más obscuro de
sus sentimientos, pero aquel hombre que obedezca a Dios será parte del
remanente fiel que encontrará el camino pues ha buscado a Dios.
Con Alta Estima
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