Este es el mensaje que Dios le dio a Isaías hijo de Amós,
para el reino de Judá y la ciudad de Jerusalén.
En el futuro, el monte donde se encuentra el templo de
nuestro Dios será el monte más importante. Allí vendrán muchos pueblos y gente
de muchas naciones, y unos a otros se dirán: Subamos al monte de Sión, al
templo del Dios de Israel, para que él mismo nos enseñe y obedezcamos sus
mandamientos. Dios mismo será nuestro maestro desde el monte de Sión ¡desde la
ciudad de Jerusalén! Dios mismo dictará sentencia contra naciones y pueblos
lejanos, y ellos convertirán sus espadas en herramientas de trabajo. Nunca más
nación alguna volverá a pelear contra otra, ni se entrenará para la guerra.
¡Vamos, pueblo de Israel, deja que Dios sea tu guía!
Isaías dijo: ¡Dios mío tú has abandonado a tu pueblo
Israel! El país está lleno de adivinos, que ha venido de Asiria y de Babilonia.
Israel practica la brujería, igual que sus vecinos, los
filisteos. Israel hace negocios sucios
con gente extranjera. Por eso se ha llenado de oro y plata, son muchos sus
tesoros.
Israel se ha convertido en gran potencia militar, pues
tiene muchos caballos y numerosos carros de guerra.
¡Israel está lleno de ídolos!
Todos adoran a dioses fabricados con sus propias manos.
Esto es una vergüenza y una terrible desgracia; ¡no los perdones, Dios mío!
Israelitas, escóndanse entre las rocas, escóndanse en las
cuevas, para que puedan escapar del poderoso y temible Dios. Los orgullosos
bajarán la vista y agacharán la cabeza. Sólo el Dios todopoderoso será adorado,
pues ya está cerca el día en que humillará a esos orgullosos. Cuando llegue ese
día, Dios actuará contra aquellos que se creen muy importantes; se creen más
grandes y altos que los cedros del monte Líbano y que los robles del valle de
Basán. Dios actuará contra aquellos que se creen muy importantes; se creen más
grandes y altos que las montañas y los cerros, más altos que las torres y más
fuertes que las murallas. Se creen más ricos que un barco cargado de muchos
tesoros.
Cuando llegue ese día serán humillados por completo los
creídos y orgullosos. Cuando llegue ese día, Dios acabará con todos los ídolos,
y solamente él será adorado. Cuando Dios decida castigarlos escóndanse entre
las rocas, escóndanse en las cuevas, para que puedan escapar de Dios y de su
terrible poder. Cuando llegue ese día, la gente tomará sus falsos dioses, esos
ídolos de oro y plata que fabricaron con sus propias manos, y los arrrojarán a
las ratas y a los murciélagos. Por eso, ¡dejen de confiar en su propio poder,
porque tarde o temprano todos van a morir!
Sabes, el ser humano debe de aprender los caminos del Señor, confiando en El pues es
el único Dios verdadero, y así el hombre mostrará una actitud humilde y
un corazón agradecido.
Con Alta Estima,
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