Dios le habló al profeta Isaías hijo de Amós, y le dio
varios mensajes para todos los israelitas que vivían en el reino de Judá. Esto
sucedió durante los reinados de Ozías, Jotam, Ahaz y Ezequías.
Dios le dijo a Isaías: Tengo un pleito contra los
israelitas, y el cielo y la tierra son mis testigos. El buey y el burro conocen
a su dueño y saben quién les da de comer; pero a Israel, el pueblo que formé,
le falta inteligencia, ¡se ha rebelado contra mí! ¡Todos ellos son pecadores y
están llenos de maldad. Se alejaron de mí, que soy el Dios de Israel; ¡me
abandonaron por completo! Han sido tan rebeldes, y los he castigado tanto, que
ya no les queda un lugar sano. De pies a cabeza están cubiertos de heridas.
Nadie se las ha curado ni vendado, ni les ha calmado los dolores con aceite.
¡Se han quedado sin fuerzas!
Israel está destruido, sus ciudades arden en llamas; ante
la mirada de sus habitantes el enemigo se come sus cosechas. El país ha quedado
desierto, pues un ejército enemigo lo atacó hasta destruirlo. Jerusalén se
salvó de la destrucción, pero se ha quedado abandonada, tan sola como un guarda
en un campo de melones; tan sola como una ciudad rodeada por enemigo. Si yo, el
Dios todopoderoso, no hubiera salvado a unos pocos, Jerusalén se habría quedado
en ruinas, como sucedió con Sodoma y Gomorra.
El profeta Isaías les dijo a los jefes de Israel:
Ustedes, que son tan malos como fueron los jefes de Sodoma y los habitantes de
Gomorra, ¡escúchenme bien! ¡Atienda a lo que Dios les dice!
Dios les advierte: ¿Por qué me traen tantos animales para
presentarlos en mi altar?¡Ya estoy harto de esas ofrendas; me da asco ver tanta
sangre de toros, carneros y cabritos! Yo nunca les he pedido que me traigan
esos animales cuando vienen a adorarme; sólo vienen para ensuciar mi templo y
burlarse de mí. ¡Váyanse de mi templo! ¡Para mí, esas ofrendas no tienen ningún
valor! ¡Ya no quiero que las traigan! Y no me ofrezcan incienso porque ya no lo
soporto. Tampoco soporto sus fiestas de sábado y luna nueva, ni reuniones de
gente malvada. Me resultan tan molestas que ya no las aguanto.
Ustedes oran mucho, y al orar levantan las manos, pero yo
no los veo ni los escucho. ¡Han matado a tanta gente que las manos que levantan
están manchadas de sangre! ¡Dejen ya de pecar! ¡No quiero ver su maldad! ¡Dejen
ya de hacer lo malo y aprendan a hacer lo bueno! Ayuden al maltratado, traten
con justicia al huérfano y defiendan a la viuda. Vengan ya, vamos a discutir en
serio, a ver si nos ponemos de acuerdo. Si ustedes me obedecen, yo los
perdonaré. Sus pecados los han manchado como con tinta roja; pero yo los
limpiaré: ¡Los dejaré blancos como la nieve! Entonces comerán de lo mejor de la
tierra, pero si siguen siendo rebeldes, morirán en el campo de batalla. Les
juro que así será.
Isaías dijo: Los habitantes de Jerusalén eran fieles,
honestos y justos, pero ahora son unos asesinos. Eran como la plata, pero se
han vuelto basura; eran como el buen vino, pero se han vuelto vinagre. Los
gobernantes son rebeldes y amigos de bandidos. A cambio de dinero y de regalos
declaran culpable al inocente. Maltratan al huérfano y niegan ayuda a las
viudas.
Por eso, el Dios todopoderoso dice: ¡Basta ya! Ustedes son
mis enemigos, y voy a castigarlos. Borraré todos sus pecados como quien quema
basura, como quien quita una mancha. Haré que los jueces y consejeros vuelvan a
ser honrados y sinceros. Se volverá a decir que en Jerusalén se practica la
justicia y que su gente me es fiel. A los habitantes de Jerusalén que vuelvan a
obedecerme los libraré con mi gran poder de ese terrible castigo. Pero haré
pedazos a los rebeldes y a los que me abandonen.
Ustedes van a sentir vergüenza de esos árboles y
jardines, de los que se sienten orgullosos. A ustedes los dejaré arruinados, y
serán como árboles sin hojas, como jardines completamente secos. El más fuerte
de ustedes arderá en llamas como la paja; ¡y de él no quedará ni el recuerdo de
sus obras!
Sabes, es importante que la Palabra de Dios edifique la
vida del ser humano y sea la guía para que el hombre camine en esta tierra,
pues como Dios todopoderoso, salvó a la humanidad, le dio fuerza para vencer
lo malo, por eso si el hombre obedece, lo perdonará y borrará todos sus pecados… pero es necesario que
haga lo bueno para que Dios limpie y
sane sus heridas …y los dejará blancos como la nieve.
Con Alta Estima,
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