¡Cómo quisiera que fueras mi hermano!
¡Cómo quisiera que mi madre te hubiera alimentado!
Podría darte un beso al encontrarte en la calle, y nadie
lo notaría. Podría tomarte de la mano y llevarte a la casa de mi madre, para
que allí me enseñaras el arte del amor. Yo misma te daría a beber un vino con
especias y el jugo de mis manzanas.
¡Pon tu brazo izquierdo bajo mi cabeza! ¡Con tu brazo
derecho aprieta tu cuerpo contra el mío!
El novio
Mujeres de Jerusalén, quiero que me prometan que no
molestarán a mi amada ni la despertarán de su sueño de amor, hasta que ella
sola se despierte.
Las mujeres de Jerusalén
¡Alguien viene por el desierto! Avanza recostada sobre el
hombro de su amado. ¿Quién podrá ser?
La novia
Bajo un manzano te concibió tu madre, y allí mismo te dio
a luz. ¡Bajo ese mismo manzano te desperté al amor! ¡Graba mi nombre en tu
corazón! ¡Graba mi imagen en tu brazo! ¡Tan fuerte es el amor como la muerte! ¡Tan
cierta es la pasión como la tumba! ¡El fuego del amor es una llama que Dios
mismo ha encendido! ¡No hay mares que puedan apagarlo, ni ríos que puedan
extinguirlo! Si alguien se atreviera a ofrecer todas sus riquezas a cambio del
amor, no recibiría más que desprecio.
Las mujeres de Jerusalén
Nuestra hermana es muy pequeña; todavía no tiene pechos.
¿Qué podemos hacer por ella si la vienen a pedir? ¡Ojalá fuera una muralla,
para levantar sobre ella defensas de plata! ¡Ojalá fuera una puerta, para
recubrirla toda con hojas de madera de cedro!
La novia
¡Yo soy una muralla y mis pechos son dos torres! ¡A los
ojos de mi amado no podría ser más bella! Salomón tenía una vida, pues era un
rey muy rico. Puso gente a su cuidado y al final de la cosecha cada uno le
entregaba mil monedas de plata. Tú, Salomón, puedes quedarte con mil monedas; y
que tu gente se quede sólo con doscientas. ¡Yo me quedo con mi viña, pues sólo
a mí me pertenece!
El novio
Mi reina de los jardines, nuestros amigos están atentos
para escuchar tu voz; ¡déjame escucharla!
La novia
¡Date prisa, amado mío! ¡Corre como venado! ¡Corre como
un cervatillo! Ya están cubiertas las colinas con hierbas aromáticas.
Sabes, el ser humano debe confiar en Dios y amarle, ya que lo verdadero es tener comunión con El y
esto es una decisión voluntaria y el
hombre debe grabar en su mente y en su corazón
la enseñanza de Jesucristo, el primer mandamiento y el más grande, Amar
a Dios, como tu único Dios.
Con Alta Estima,
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