viernes, 7 de junio de 2013

La destrucción...

Destrucción es una palabra un poco fuerte a nuestros oídos,  quizá porque produce temor, y  que según el Diccionario Enciclopédico significa “pérdida grande”, “pérdida casi irreparable”, “ruina”, “asolación”, “terminación de algo”.

Sabes, en el tiempo en que Jesús vivió en la tierra él mostró respeto por el templo y amor por la ciudad santa de Jerusalén. El primer templo fue construido durante el reinado del rey Salomón y fue de una belleza incomparable, pero fue destruido más tarde en tiempos de Nabucodonosor. El segundo templo, fue construido de forma más modesta pero también de gran esplendor y también fue destruido posteriormente por los romanos, quedando una mínima parte en pie de esta gran construcción. En este II templo, Jesús acudía regularmente, fue presentado a los pocos días de nacer, asistía con sus padres a la Fiesta de la Pascua,  afuera del templo Jesús expulsó a los mercaderes y los sacó a la calle, porque sentía que profanaban la casa de Dios que es casa de oración y, lo más importante, fue en este templo  que se rasgó el velo cuando Jesús murió en la cruz; pero antes de que esto sucediera, El había profetizado que este templo sería destruido.

Como dice en Mt. 24: 1-2 “Cuando Jesús salió del templo, sus discípulos se le acercaron para mostrarle los edificios del templo. Entonces él les dijo: ¿Ven ustedes todos estos edificios? Les aseguro que todos ellos serán destruidos. ¡Ni una sola piedra quedará en pie!

En la actualidad,  de este templo sólo quedan las ruinas del Muro de las Lamentaciones que es visitado por miles de judíos, y que para ellos esta pequeña parte del templo, representa una de las promesas de Dios, el pacto con su pueblo. En este lugar hacen peticiones a Dios en papelitos y los meten  entre las piedras del muro.

Aunado a lo anterior, puedes ver, que el templo físicamente no ha sido construido nuevamente, pero al morir y resucitar Jesús, El quiere que estemos unidos con El, que seas parte de un solo cuerpo espiritual, porque sólo de esta forma puedes afrontar el mal que acosa a las sociedades en general  a cada momento. Las atracciones del mundo son tentaciones tan poderosas, que debido a la falta de control de tus pensamientos, de tus emociones o quizá de ignorancia por no conocer de Dios caes en situaciones peligrosas  y destructivas para  tu vida.

Así dice 1 Cor. 6:19-20 El cuerpo de ustedes es como un templo, y en ese templo vive el Espíritu Santo que Dios les ha dado. Ustedes no son sus propios dueños. Cuando Dios los salvó, en realidad los compró, y el precio que pago por ustedes fue muy alto. Por eso deben dedicar su cuerpo a honrar y agradar a Dios”.

Es urgente que el ser humano conozca y acepte a Jesucristo en su vida, ya que con su presencia, tú como ser humano  no sentirás carencias,  te sentirás pleno, gozoso, porque sin El experimentas que te falta algo constantemente, quizá porque tu mirada está puesta en los afanes pasajeros de este mundo; te fijas, entre otros aspectos, un caso, el amor al dinero, tienes buen trabajo, ganas un buen sueldo, pero deseas más, podría ser por una competencia desmedida o por como dicen por ahí, entre más ganas más gastas. Otro caso, cuidar tu mente, son tantas las diversiones no sanas, como el alcoholismo, drogadicción, pornografía, que si las realizas con frecuencia, formas malos hábitos. Otro punto, sexo, relaciones prohibidas, buscas relaciones equivocadas, ya seas casado o soltero, que pueden darse por no guardar distancia con compañeros del otro sexo, por insatisfacción personal, o por otra razón injustificada, pero que no produce una relación sana ni aceptable a Dios.

Como dice Pablo en la 1ª. Carta a los Corintios: “Algunos de ustedes dicen: <Soy libre de hacer lo que yo quiera>. ¡Claro que sí! Pero no todo lo que uno quiere, conviene; por eso no permito que nada me domine.”

Por lo que es importante que cada persona se ame a sí mismo, se conozca a sí mismo, que identifique sus debilidades, reconozca sus faltas, se arrepienta y,  las ponga en manos de Dios para que con su misericordia, El te ayude a no caer en los mismos errores y trasciendas a ser mejor  pues  con tu nueva identidad, El te acepta como su hijo.

Así dice el rey David en Salmos 51: 17 “Para ti, la mejor ofrenda es la humildad. Tú, mi Dios, no desprecias a quien con sinceridad se humilla y se arrepiente”.

Con Jesucristo en tu corazón, sentirás amor y seguridad en ti mismo y podrás  amar a los demás. Pero es importante desarrolles tu carácter, que seas firme en tus convicciones, que practiques tus valores adquiridos desde la infancia y los aprendidos a través de la experiencia para lograr  una autoestima positiva, que aprendas a valorarte, de que tú mereces lo mejor, hacer “lo bueno”, aceptar a los otros con sus cualidades y defectos, a no considerarte  como víctima, de forma que avances en tu crecimiento y no sigas en el camino a la destrucción de tu esencia como persona ni destruyas a los que están a tu lado. Porque de lo malo, buscas justificación  y la puedes encontrar y ser válida para ti pero no para los ojos de Dios. Sería bueno que leas  la Palabra de Dios como tu alimento diario para que estés bajo su protección.

Por último dice en 1ª.Cor. 4:29 “Cuando alguien pertenece al reino de Dios, lo demuestra por lo que hace y no sólo por lo que dice.


Con Alta Estima,





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