Sabes, los salmos son una expresión de las emociones y los
sentimientos más nobles del ser humano dirigidos al Dios Altísimo.
Así pues, si
estás afligido o enfermo pedirle a Dios su misericordia para reconciliarse con
El, bendecirlo más no prestar oído a consejos
de los malvados, Dios te responderá.
Dios mío, ¡tenme
compasión! No me reprendas cuando estés enojado ni me castigues cuando esté
furioso, pues ya no me quedan fuerzas. Devuélveme la salud, pues todo el cuerpo
me tiembla. Dios mío, estoy muy tembloroso; ¿Cuándo vendrás en mi ayuda?
¡Vuélvete a mirarme, y sálvame! ¡Por tu gran amor, te ruego que me salves! En
el mundo de los muertos nadie se acuerda de ti. Si dejas que me muera, ya no
podré alabarte. ¡Ya estoy cansado de llorar! Por las noches lloro tanto que mis
lágrimas empapan mi almohada. Es tanto lo que sufro que los ojos se me nublan;
¡Por culpa de mis enemigos ya estoy perdiendo la vista! ¡Gente malvada,
apártense de mí, porque Dios ha
escuchado mis ruegos y ha aceptado mi oración! Ustedes, mis enemigos, quedarán
confundidos y avergonzados. ¡En un instante huirán llenos de vergüenza!
Sería bueno
expresar tu confianza en Dios y darle toda la gloria, pues El te protege de la
maldad, El salva a los rectos de corazón. Alabarlo porque Dios es justo.
Mi Dios, en ti confío;
¡sálvame de los que me persiguen!, ¡líbrame de todos ellos! Si no me salvas,
acabarán conmigo; me despedazarán como leones y nadie podrá librarme de ellos.
Dios mío, ¿qué daño les hice? ¿qué mal cometí? ¿Acaso le hice daño a mi amigo?
¿Acaso le quité algo a quien me maltrata sin razón? Si es así, deja que mi
enemigo me persiga y me alcance; deja que me arrastre por el suelo y que me
ponga en vergüenza. Dios mío, ¡siéntate ya en tu alto trono, y rodeado de las
naciones, declárame inocente! ¡Enfréntate a la furia de mis enemigos y
muéstrales tu enojo! Tú, Dios mío, eres el juez de los pueblos: ¡Júzgame y
dicta mi sentencia, pero toma en cuenta que soy inocente! Tú eres un Dios
justo, y conoces nuestros pensamientos: ¡acaba, pues, con los malvados, para
que ya no hagan lo malo, pero dale tu apoyo a la gente honrada! Dios mío, tú me
das tu protección; me proteges como un escudo. Tú salvas a la gente honrada. Tú
eres un juez justo y siempre castigas a los malvados. Si estos no se
arrepienten, tú afilarás tu espada y prepararás tu arco. Ya tienes listas tus
armas de muerte; ¡ya tienes listas tus flechas de fuego! ¡Fíjense en el
malvado! Planea el crimen, lo comete y luego niega haberlo cometido. Ha hecho
un hoyo muy profundo, pero en ese mismo hoyo caerá, y sufrirá las consecuencias
de su violencia y maldad. Yo, en cambio, alabaré a Dios porque es justo, ¡Yo le
cantaré himnos al Dios Altísimo!
Meditar sobre
la grandeza de Dios pues su bondad es infinita, al dirigirse al El con humildad
y reverencia, a El sea la gloria.
Nuestro Dios y
nuestro rey, ¡qué grande eres en toda la tierra!¡Tu grandeza está por
encima de los cielos más altos! Con las primeras palabras de los niños más
pequeños, y con los cantos de los niños mayores has construido una fortaleza
por causa de tus enemigos. ¡Así has hecho callar a tus enemigos que buscan
venganza! Cuando contemplo el cielo, y la luna y las estrellas que tú mismo
hiciste, no puedo menos que pensar: ¿Qué somos los mortales para que pienses en
nosotros y nos tomes en cuenta? ¡Nos creaste casi igual a ti! Nos trataste como
a reyes; nos diste plena autoridad sobre todo lo que hiciste; nos diste dominio
sobre toda tu creación: sobre ovejas y vacas, sobre animales salvajes, sobre
aves y peces, ¡sobre todo lo que se mueve en lo profundo del mar! Nuestro Dios
y nuestro rey, ¡qué grande eres en toda la tierra!
Los que
conocen a Dios, le alaban y confían en El y saben que es un Dios de sabiduría,
poder. Lo importante es que no te olvides de Dios, habla de sus maravillas y espera
en El.
Dios mío, Dios
Altísimo, yo quiero alabarte de todo corazón. Quiero expresarte mi alegría;
¡quiero cantarte himnos y hablar de tus maravillas! ¡Tú eres un juez
justo: Juzgaste mi caso y me declaraste
inocente. Por ti mis enemigos huyen, tropiezan y son destruidos. Reprendiste a
los pueblos que no te adoran; destruiste a esos malvados, ¡y nadie volvió a
recordarlos! Para siempre cayó la desgracia sobre nuestros enemigos; dejaste
sin gente sus ciudades, y ya nadie se acuerda de ellos. Dios mío, tú reinas
para siempre, estás sentado en tu trono, y vas a dictar la sentencia. Juzgarás
a los pueblos del mundo con justicia y sin preferencias. Tú, Dios mío, proteges
a los que son maltratados y los libras de la angustia. Los que te conocen
confían en ti, pues nunca los abandonas cuando te buscan. ¡Canten himnos a
Dios, que es el rey de Jerusalén! ¡Den a conocer entre los pueblos todo lo que
ha hecho! Dios sabe que ustedes han sufrido, y les hará justicia; Dios siempre
atiende a los pobres cuando le piden ayuda. Dios mío, ¡compadécete de mí!
¡Fíjate en los que me odian! ¡Mira cómo me afligen! ¡No dejes que me maten! Tú
me salvaste; por eso estoy feliz. Iré a donde todos me oigan, y les diré a los
que pasen que también deben alabarte. Los pueblos que no te conocen han caído
en su propia trampa; han quedado atrapados en la red que ellos tendieron. Tú te
has dado a conocer como un juez siempre justo; en cambio, los malvados caen en
su propia trampa. ¡qué se mueran los malvados, estas naciones que no te conocen
ni te toman en cuenta! Pero tú, Dios mío, nunca te olvides de los pobres ni
pongas fin a sus esperanzas. ¡Vamos, mi Dios! ¡Llama a cuentas a las naciones!
¡Hazlos que sientan miedo! ¡No permitas que te desafíen! ¡Que sepan esos
paganos que no son más que polvo!
Es
prioritario amar a Dios y buscar una relación personal con El pues Dios suple
tus necesidades, porque bajo tu fuerza no puedes lograrlo. Así los malos
desprecian a Dios porque no le conocen, por lo que es necesario fortalecer una
fe sincera.
Dios mío, ¿por qué te
quedas tan lejos? ¿por qué te escondes de mí cuando más te necesito? Los
malvados y orgullosos persiguen a los humildes, pero acabarán por caer en sus
propias trampas. Alaban a los ambiciosos, pero a ti te menosprecian. No te
buscan, porque para ellos no existes. Son groseros. Levantan la nariz y
presumen de su codicia, pues sólo en eso piensan; ¡siempre les va bien en todo
lo que hacen! Tus leyes, Dios mío, no las pueden entender. Se burlan de sus
enemigos, y en su interior piensan que jamás fracasarán, que nunca tendrán
problemas y que siempre serán felices. Sus palabras ofenden y lastiman; tras
sus palabras esconden sus malas intenciones. Andan por las calles espiando a
los inocentes, para caerles encima y matarlos a traición. Siempre se andan
escondiendo, como el león en su cueva; siempre están dispuestos a saltar sobre
la gente indefensa, y en cuanto la atrapan, la arrastran en su red. Y así,
quedan humillados los que tienen la desgracia de caer bajo su dominio. Esos
malvados piensan que a ti no te importa, y que hasta escondes la cara para no
ver lo que pasa. ¡Vamos, Dios mío!¡Llama a cuentas a los malvados!¿Por qué han
de burlarse de ti?¡Pídeles cuentas de su maldad, y bórralos de este mundo! ¿Por
qué han de creer que no les pedirás cuenta? Tú conoces su maldad, tomas en
cuenta su violencia, y un día les darás su merecido. ¡Tú acabarás con su poder!
¡Dios mío, no te olvides de los humildes! Los huérfanos y desvalidos confían en
ti; ¡tú eres quien los ayuda! Tú, Dios mío, reinas para siempre y escuchas la oración
de los humildes. Tú defiendes a los huérfanos y a los que son maltratados; tú
los animas y les prestas atención. Pero a los que no te reconocen los echarás
de tu tierra, para que nadie en este mundo vuelva a sembrar el terror.
Que la Palabra de Dios te dé llenura en tu corazón.
Con Alta Estima,
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