sábado, 7 de septiembre de 2013

Búsqueda de crecimiento espiritual...

Sabes, los salmos son una expresión de las emociones y los sentimientos más nobles del ser humano dirigidos al Dios Altísimo.

Así pues, si estás afligido o enfermo pedirle a Dios su misericordia para reconciliarse con El, bendecirlo  más no prestar oído a consejos de los malvados, Dios te responderá.

Dios mío, ¡tenme compasión! No me reprendas cuando estés enojado ni me castigues cuando esté furioso, pues ya no me quedan fuerzas. Devuélveme la salud, pues todo el cuerpo me tiembla. Dios mío, estoy muy tembloroso; ¿Cuándo vendrás en mi ayuda? ¡Vuélvete a mirarme, y sálvame! ¡Por tu gran amor, te ruego que me salves! En el mundo de los muertos nadie se acuerda de ti. Si dejas que me muera, ya no podré alabarte. ¡Ya estoy cansado de llorar! Por las noches lloro tanto que mis lágrimas empapan mi almohada. Es tanto lo que sufro que los ojos se me nublan; ¡Por culpa de mis enemigos ya estoy perdiendo la vista! ¡Gente malvada, apártense de mí, porque  Dios ha escuchado mis ruegos y ha aceptado mi oración! Ustedes, mis enemigos, quedarán confundidos y avergonzados. ¡En un instante huirán llenos de vergüenza!

Sería bueno expresar tu confianza en Dios y darle toda la gloria, pues El te protege de la maldad, El salva a los rectos de corazón. Alabarlo porque Dios es justo.

Mi Dios, en ti confío; ¡sálvame de los que me persiguen!, ¡líbrame de todos ellos! Si no me salvas, acabarán conmigo; me despedazarán como leones y nadie podrá librarme de ellos. Dios mío, ¿qué daño les hice? ¿qué mal cometí? ¿Acaso le hice daño a mi amigo? ¿Acaso le quité algo a quien me maltrata sin razón? Si es así, deja que mi enemigo me persiga y me alcance; deja que me arrastre por el suelo y que me ponga en vergüenza. Dios mío, ¡siéntate ya en tu alto trono, y rodeado de las naciones, declárame inocente! ¡Enfréntate a la furia de mis enemigos y muéstrales tu enojo! Tú, Dios mío, eres el juez de los pueblos: ¡Júzgame y dicta mi sentencia, pero toma en cuenta que soy inocente! Tú eres un Dios justo, y conoces nuestros pensamientos: ¡acaba, pues, con los malvados, para que ya no hagan lo malo, pero dale tu apoyo a la gente honrada! Dios mío, tú me das tu protección; me proteges como un escudo. Tú salvas a la gente honrada. Tú eres un juez justo y siempre castigas a los malvados. Si estos no se arrepienten, tú afilarás tu espada y prepararás tu arco. Ya tienes listas tus armas de muerte; ¡ya tienes listas tus flechas de fuego! ¡Fíjense en el malvado! Planea el crimen, lo comete y luego niega haberlo cometido. Ha hecho un hoyo muy profundo, pero en ese mismo hoyo caerá, y sufrirá las consecuencias de su violencia y maldad. Yo, en cambio, alabaré a Dios porque es justo, ¡Yo le cantaré himnos al Dios Altísimo!

Meditar sobre la grandeza de Dios pues su bondad es infinita, al dirigirse al El con humildad y reverencia, a El sea la gloria.

Nuestro Dios y nuestro rey, ¡qué grande eres en toda la tierra!¡Tu grandeza está por encima de los cielos más altos! Con las primeras palabras de los niños más pequeños, y con los cantos de los niños mayores has construido una fortaleza por causa de tus enemigos. ¡Así has hecho callar a tus enemigos que buscan venganza! Cuando contemplo el cielo, y la luna y las estrellas que tú mismo hiciste, no puedo menos que pensar: ¿Qué somos los mortales para que pienses en nosotros y nos tomes en cuenta? ¡Nos creaste casi igual a ti! Nos trataste como a reyes; nos diste plena autoridad sobre todo lo que hiciste; nos diste dominio sobre toda tu creación: sobre ovejas y vacas, sobre animales salvajes, sobre aves y peces, ¡sobre todo lo que se mueve en lo profundo del mar! Nuestro Dios y nuestro rey, ¡qué grande eres en toda la tierra!

Los que conocen a Dios, le alaban y confían en El y saben que es un Dios de sabiduría, poder. Lo importante es que no te olvides de Dios, habla de sus maravillas y espera en El.

Dios mío, Dios Altísimo, yo quiero alabarte de todo corazón. Quiero expresarte mi alegría; ¡quiero cantarte himnos y hablar de tus maravillas! ¡Tú eres un juez justo:  Juzgaste mi caso y me declaraste inocente. Por ti mis enemigos huyen, tropiezan y son destruidos. Reprendiste a los pueblos que no te adoran; destruiste a esos malvados, ¡y nadie volvió a recordarlos! Para siempre cayó la desgracia sobre nuestros enemigos; dejaste sin gente sus ciudades, y ya nadie se acuerda de ellos. Dios mío, tú reinas para siempre, estás sentado en tu trono, y vas a dictar la sentencia. Juzgarás a los pueblos del mundo con justicia y sin preferencias. Tú, Dios mío, proteges a los que son maltratados y los libras de la angustia. Los que te conocen confían en ti, pues nunca los abandonas cuando te buscan. ¡Canten himnos a Dios, que es el rey de Jerusalén! ¡Den a conocer entre los pueblos todo lo que ha hecho! Dios sabe que ustedes han sufrido, y les hará justicia; Dios siempre atiende a los pobres cuando le piden ayuda. Dios mío, ¡compadécete de mí! ¡Fíjate en los que me odian! ¡Mira cómo me afligen! ¡No dejes que me maten! Tú me salvaste; por eso estoy feliz. Iré a donde todos me oigan, y les diré a los que pasen que también deben alabarte. Los pueblos que no te conocen han caído en su propia trampa; han quedado atrapados en la red que ellos tendieron. Tú te has dado a conocer como un juez siempre justo; en cambio, los malvados caen en su propia trampa. ¡qué se mueran los malvados, estas naciones que no te conocen ni te toman en cuenta! Pero tú, Dios mío, nunca te olvides de los pobres ni pongas fin a sus esperanzas. ¡Vamos, mi Dios! ¡Llama a cuentas a las naciones! ¡Hazlos que sientan miedo! ¡No permitas que te desafíen! ¡Que sepan esos paganos que no son más que polvo!

Es prioritario amar a Dios y buscar una relación personal con El pues Dios suple tus necesidades, porque bajo tu fuerza no puedes lograrlo. Así los malos desprecian a Dios porque no le conocen, por lo que es necesario fortalecer una fe sincera.

Dios mío, ¿por qué te quedas tan lejos? ¿por qué te escondes de mí cuando más te necesito? Los malvados y orgullosos persiguen a los humildes, pero acabarán por caer en sus propias trampas. Alaban a los ambiciosos, pero a ti te menosprecian. No te buscan, porque para ellos no existes. Son groseros. Levantan la nariz y presumen de su codicia, pues sólo en eso piensan; ¡siempre les va bien en todo lo que hacen! Tus leyes, Dios mío, no las pueden entender. Se burlan de sus enemigos, y en su interior piensan que jamás fracasarán, que nunca tendrán problemas y que siempre serán felices. Sus palabras ofenden y lastiman; tras sus palabras esconden sus malas intenciones. Andan por las calles espiando a los inocentes, para caerles encima y matarlos a traición. Siempre se andan escondiendo, como el león en su cueva; siempre están dispuestos a saltar sobre la gente indefensa, y en cuanto la atrapan, la arrastran en su red. Y así, quedan humillados los que tienen la desgracia de caer bajo su dominio. Esos malvados piensan que a ti no te importa, y que hasta escondes la cara para no ver lo que pasa. ¡Vamos, Dios mío!¡Llama a cuentas a los malvados!¿Por qué han de burlarse de ti?¡Pídeles cuentas de su maldad, y bórralos de este mundo! ¿Por qué han de creer que no les pedirás cuenta? Tú conoces su maldad, tomas en cuenta su violencia, y un día les darás su merecido. ¡Tú acabarás con su poder! ¡Dios mío, no te olvides de los humildes! Los huérfanos y desvalidos confían en ti; ¡tú eres quien los ayuda! Tú, Dios mío, reinas para siempre y escuchas la oración de los humildes. Tú defiendes a los huérfanos y a los que son maltratados; tú los animas y les prestas atención. Pero a los que no te reconocen los echarás de tu tierra, para que nadie en este mundo vuelva a sembrar el terror.

Que la Palabra de Dios te dé llenura en tu corazón. 

Con Alta Estima,

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