lunes, 16 de septiembre de 2013

La vida es pasajera...

Sabes, el pecado impide al hombre que avance, por lo que es necesario que el hombre reconozca y se arrepienta y pedirle a Dios su presencia para que se aparte de hacer lo malo. Es conveniente que cada persona se prepare pues la vida es corta, y aprender a ser como el Salmista, a depender de Dios, pues las cosas de este mundo no te dan satisfacción, sólo la Palabra de Dios te llena de vida.

Dios mío, si estás enojado, no me reprendas;  si está furioso no me castigues. Me has herido con tu enojo, has descargado tu mano sobre mí. Tan grande ha sido tu disgusto que nada sano tengo en el cuerpo; tan grande ha sido mi pecado que no tengo paz en los huesos. Ya no aguanto mi maldad; ¡no soporto carga tan pesada!... Dios mío, pongo ante ti mis más grandes deseos; ¡no te los puedo esconder! Mi corazón late con ansias, las fuerzas me abandonan, la vista me nubla… Mi Señor y Dios, yo en ti confío; tú serás quien les responda. Sólo una cosa te pido: si acaso llego a caer, no les concedas el gusto de burlarse de mí. Casi me doy por vencido; este dolor no me deja en paz. Debo reconocer mi maldad me llena de angustia haber pecado. Mis enemigos son poderosos, son muchos y me odian sin razón. Yo lo traté bien, y ahora ellos me tratan mal; procuré su bienestar, y ahora ellos me atacan. Mi Señor y Dios, ¡tú eres mi salvador! No me abandones; no te alejes de mí, ¡ven pronto en mi ayuda!

Yo me había propuesto cuidar mi conducta y no pecar con mis palabras, y hasta taparme la boca en presencia de gente malvada. Así que guardé silencio y no dije una sola palabra. Por eso no me ayudó en nada, pues mi angustia era mayor: ¡el corazón me ardía en el pecho! Mientras más pensaba en esto, más frustrado me sentía; al fin abrí la boca y dije: Dios mío, hazme saber cuál será mi fin, y cuánto tiempo me queda de vida; hazme saber cuán corta es mi vida Me has dado una vida muy breve, ¡tan breve que no es nada para ti! Nuestra vida es pasajera; de nada nos sirve amontonar riquezas si al fin y al cabo otros se quedarán con ellas… Dios mío, oye mi oración, escucha mi queja, no desatiendas mi llanto. Para ti soy un peregrino; estoy de paso por esta vida, como mis antepasados. Ya no me mires así, y antes de abandonar este mundo dame un poco de alegría.

Toda mi esperanza la tengo puesta en Dios, pues aceptó atender mis ruegos. Mi vida corría peligro y él me libró de la muerte; me puso sobre una roca, me puso en lugar seguro. Me enseñó un nuevo himno para cantarle alabanzas. Muchos, al ver esto, se sintieron conmovidos y confiaron en mi Dios. Dios bendice a los que en él confían, a los que rechazan a los orgullosos que adoran dioses falsos. Mi Señor y Dios, me faltan palabras para contar los muchos planes y maravillas que has hecho en nuestro favor. Quisiera mencionarlos todos, pero me resulta imposible. Tú no pides sacrificios a cambio de tu perdón; tan sólo nos pides obediencia… Dios mío, cumplir tu voluntad es mi más grande alegría; ¡tus enseñanzas las llevo muy dentro de mí! Dios mío, tú bien sabes que no he guardado silencio. Siempre he dicho que eres justo. A todo el mundo le he dicho que tú eres fiel y salvas. No le he ocultado a tu pueblo tu gran fidelidad. Y tú, Dios mío, no me dejes sin tus cuidados;  por tu gran fidelidad, nunca dejes de protegerme. Son tantas mis maldades que no las puedo contar; me dominan, me tienen acorralado, ya no puedo ver, ya no me quedan fuerzas. ¡Tengo más pecados que pelos en la cabeza!

Dios mío, ¡líbrame, por favor!, ¡Ven pronto en mi ayuda! Confunde y avergüenza a todos los que quieren matarme; haz que huyan derrotados todos los que desean mi mal; derrota y avergüenza a los que se burlan de mí. Pero deja que se alegren los que en tu templo te adoran; que digan siempre los que aman tu salvación: ¡Nuestro Dios es poderoso! Y a mí, Señor y Dios, ¡no me olvides, pues estoy pobre e indefenso! No te tardes, pues tú eres quien me ayuda;  ¡tú eres mi libertador!

Sería grandioso, que cada día el ser humano aprenda a confiar y esperar en Dios.


Con Alta Estima,

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