lunes, 23 de septiembre de 2013

Ten compasión de mí...

Sabes, con la oración logras una estrecha relación con el Padre pero cada persona lo tiene que hacer con perseverancia, con fe en ella porque así siente que recibe consuelo, y así el ser humano deposita su confianza en Dios y pone su carga en él, y, Dios le ayudará a sostenerla.

Dios mío, no me des la espalda; presta oído a mi oración. ¡Atiéndeme! ¡Respóndeme! Estoy angustiado, y no encuentro paz. Me asusta oír los gritos de los malvados enemigos que me oprimen. No sólo se enojan conmigo; para colmo, me persiguen. Siento que el corazón se me sale del pecho; el miedo a la muerte  me domina. Estoy temblando de susto; ¡realmente estoy espantado! ¡Quisiera yo tener alas, y volar como paloma hasta un lugar tranquilo! Me iría muy lejos de aquí: ¡me iría a vivir al desierto! ¡Buscaría refugio, y me pondría a salvo de los que me atormentan! Dios mío, destruye sus planes; no los dejes ponerse de acuerdo. En la ciudad sólo veo sangre y violencia; dentro de sus murallas reinan día y noche, la intriga y la maldad; el engaño y la opresión dominan en todas sus calles. ¡Amigo mío, hasta tú me has ofendido! Tú, que eres igual que yo, tú que eres como mi hermano, y que ibas conmigo al templo. Si otro me hubiera insultado, lo podría soportar; si otro me hubiera humillado, podría esconderme de él. ¡Ojalá que a mis enemigos la muerte los tome por sorpresa!¡Ojalá que los entierren vivos, porque en ellos sólo hay maldad. Yo, por mi parte, voy a pedirle ayuda a Dios; ¡el habrá de salvarme! Mañana, tarde y noche, no dejaré de rogarle; ¡él habrá de escucharme! Mucha gente me ataca pero él me rescatará; me hará salir sano y salvo de la lucha que ahora libro. Dios, el rey eterno, humillará a mis enemigos. Son gente que nunca cambia ni sabe honrar a Dios; amenazan a sus amigos, y nunca cumplen sus promesas. Dentro de ellos sólo piensan en pelear. Sus palabras son amables y suaves como la mantequilla; ¡son más suaves que el aceite, pero más cortantes que un cuchillo!

Dios mío, ¡tú echarás a los malvados hasta el fondo de a tumba! ¡Esos asesinos mentirosos no vivirán ni la mitad de su vida! Mi amigo, te aconsejo que pongas en manos de Dios todo lo que te preocupa; ¡él te dará su apoyo! ¡Dios nunca deja fracasar a los que lo obedecen! ¡Por eso siempre confío en él!

Dios mío, ten compasión de mí, pues hay quienes me persiguen. A toda hora me atacan y me atormentan. Mis enemigos no dejan de atacarme ni de noche ni de día; ¡son ya demasiados los orgullosos que me atacan! Cuando siento miedo, confío en ti, mi Dios, y te alabo por tus promesas; Confío en ti, mi Dios, y ya no siento miedo. ¡Nadie podrá hacerme daño jamás! Siempre cambian mis palabras, y sólo piensan en perjudicarme. Se ponen a espiarme y hacen planes contra mí; ¡tantas ganas tienen de matarme que vigilan todos mis pasos! Dios mío, ¡enójate con mis enemigos y ponlos en vergüenza! ¡No los dejes escapar! Anota en tu libro todas las veces que he huido; tu bien sabes las veces que he llorado. Cuando yo te pida ayuda, mis enemigos saldrán huyendo. Yo estoy seguro, Dios mío, que cuento con tu apoyo. Confío en ti, mi Dios, y te alabo por tus promesas. Confío en ti, Señor, y te alabo por tus promesas. Confío en ti, mi Dios, y ya no siento miedo. ¡Nadie podrá hacerme daño jamás! Yo te prometo, Dios mío que te cumpliré mis promesas, y delante de tu altar te daré las gracias. Tú, mi Dios, me libraste de morir, para que nunca deje yo de andar en tu presencia que es la luz de la vida.

¡Ten compasión de mí, Dios mío! ¡Ten compasión de mí, porque en ti busco protección! ¡Quiero que me protejas bajo la sombra de tus alas hasta que pase el peligro! Dios altísimo, te llamo porque siempre me ayudas. Tiéndeme la mano desde el cielo, porque tu amor es constante. Tiéndeme la mano, Dios mío, y sálvame de mis enemigos. Estoy por el suelo, rodeado de leones; rodeado de hombres que parecen bestias. En vez de dientes, tienen lanzas y flechas; en vez de lengua, tienen una espada afilada. Pero tú, mi Dios, está por encima del cielo ¡eres tan grande que cubres toda la tierra! Esa gente me tendió una trampa para hacerme caer en ella. ¡Eso me puso muy triste! Querían que me cayera en ese hoyo, pero ellos fueron los que cayeron.

Dios mío, mi corazón está dispuesto a cantarte himnos. ¡Voy a depertarme! ¡Despertaré al arpa y a la lira! ¡Despertaré al nuevo día! Dios mío, yo te alabaré entre los pueblos, te cantaré himnos entre las naciones. Tan grande y constante es tu amor que llega hasta los cielos. Tú, mi Dios, sobrepasas los cielos; ¡eres tan grande que cubres toda la tierra!

Así pues, lo esencial es que el ser humano lleve una vida llena de la presencia de Dios para que sea luz a los demás, pues al estar firme en Dios está preparado para todo lo que venga.

Con Alta Estima,

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