Sería importante que el ser humano aprendiera a ser sincero
pues Dios conoce su pensamiento y su corazón, El sabe realmente si su conducta
está apegada a las normas que enseñan la Palabra de Dios, que es la verdad, aunque
lo esencial es la obediencia y ser diligente de manera que el hombre evite las
malas compañías y no se aparte de sus enseñanzas, que dependa de Dios, que
espere en El teniendo esperanza de no claudicar ante las adversidades de este
mundo tan cambiante.
Dios mío,
declárame inocente, pues vivo una vida honrada y en ti confío ciegamente. Dime
si te agrada lo que pienso y lo que siento. Yo siempre recuerdo tu amor y por
eso te soy fiel. No me junto con gente tramposa ni ando con gente mala y
perversa. ¡No soporto cerca de mí a la gente que no es sincera! Dios mío, yo no
he hecho nada malo; por eso me acerco a tu altar para cantarte a voz en cuello
mis himnos de alabanza y hablar de tus grandes hechos. Dios mío, yo amo el
templo donde vives, donde se hace presente tu grandeza. No me dejes morir entre
gente pecadora; no me quites la vida junto con gente asesina, gente que tiene
en sus manos el dinero que ha ganado con engaños. Dios mío, yo quiero seguir
siendo honrado; ten compasión de mí, y sálvame. Así me mantendré fiel a ti, y
con todo tu pueblo te alabaré.
Dios mío, tú eres mi
luz y mi salvación; ¿de quién voy a tener miedo? Tú eres quien protege mi
vida; ¡nadie me infunde temor! Cuando mis malvados enemigos me atacan y
amenazan con destruirme, son ellos los que tropiezan, son ellos los que caen.
Me puede atacar un ejército, pero yo no siento miedo; me pueden hacer la guerra, pero yo mantengo
la calma. Dios mío, sólo una cosa te pido, sólo una cosa deseo: déjame vivir en
tu templo todos los días de mi vida, para contemplar tu hermosura y buscarte en
oración. Cuando vengan tiempos difíciles, tú me darás protección: me esconderás
en tu templo, que es el lugar más seguro. Tú me darás la victoria sobre mis
enemigos; yo, por mi parte, cantaré himnos en tu honor, y ofreceré en tu templo
sacrificios de gratitud. Dios mí, te estoy llamando: ¡escúchame! Ten compasión
de mí: ¡respóndeme! Una voz interna me dice: ¡Busca a Dios! Por eso te busco,
Dios mío. Yo estoy a tu servicio. No te escondas de mí. No me rechaces. ¡Tú
eres mi ayuda!
Dios mío, no me dejes solo; no me abandones; ¡tú eres mi
salvador! Mis padres podrán abandonarme , pero tú me adoptarás como hijo. Dios
mío, por causa de mis enemigos dime cómo quieres que viva y llévame por el buen
camino. No dejes que mis enemigos hagan conmigo lo que quieran. Falsos testigos
se levantan, me acusan y me amenazan. ¡Pero yo sé que viviré para disfrutar de
tu bondad junto con todo tu pueblo! Por eso me armo de valor, y me digo a mi
mismo: Pon tu confianza en Dios. ¡Sí, pon tu confianza en él!
Dios mío, yo te llamo, no cierres tus oídos, porque tú eres quien
me protege. Si no me respondes, de seguro moriré. Atiende mis ruegos cuando te
tienda los brazos para pedirte ayuda. No me castigues junto con los
malhechores, porque hablan con los demás y les desean lo mejor, pero en su
pensamiento quisieran matarlos. ¡Págales con la misma moneda! ¡Dales su
merecido! Sus acciones han sido malas; ¡devuélveles mal por mal, pues no toman
en cuenta todo lo que has hecho! Por eso, ¡destrúyelos por completo! ¡qué no
vuelvan a levantarse!
Bendito seas, Dios mío, por atender a mis ruegos! Tú eres mi
fuerza; me proteges como un escudo. En ti confío de corazón, pues de ti recibo ayuda. El corazón se me llena de alegría, por eso te
alabo en mis cantos. Tú, Dios mío, eres la fuerza de tu pueblo; danos la victoria, pues somos tu pueblo
elegido. ¡Sálvanos y bendícenos! ¡Llévanos en tus brazos, pues tú eres nuestro
pastor!
Ustedes, que en el
cielo están al servicio de Dios, denle la honra que merece, reconozcan su
poder y adórenlo en su hermoso templo. La voz de nuestro Dios, Dios de la
gloria, retumba como el trueno sobre los grandes océanos. La voz de nuestro
Dios retumba con fuerza; la voz de nuestro Dios retumba con poder. La voz de
nuestro Dios derriba los cedros; nuestro Dios derriba los cedros del Líbano…La
voz de Dios retuerce los robles y deja sin árboles los bosques. Nuestro Dios es
el rey de las lluvias; él se siente en su trono para reinar por siempre. En su
templo todos lo alaban, y desde allí le pedimos que nos llene de fuerzas y nos
bendiga con su paz.
Dios mío, yo alabo tu
grandeza porque me salvaste del peligro, porque no dejaste que mis enemigos
se burlaran de mí. Mi Señor y Dios, te pedí ayuda, y me sanaste; ¡me salvaste
de la muerte! Estaba a punto de morir ¡y me libraste de la tumba! Ustedes, los
que aman a Dios, alábenlo y cántenle himnos. Cuando Dios se enoja, el enojo
pronto se le pasa; pero cuando ama, su amor dura toda la vida. Tal vez lloremos
por la noche, pero en la mañana estaremos felices. Yo vivía tan tranquilo que
hasta llegué a pensar que jamás fracasaría. Tú, mi Dios, en tu bondad, me
habías puesto en lugar seguro, pero me diste la espalda y me quedé lleno de
espanto. Dios mío, te estoy llamando; escucha mis ruegos. ¡Nada ganas con mi
muerte! ¡Nada ganas con verme en la tumba! ¡Los muertos no pueden alabarte ni
hablar de tu verdad! Mi Señor y Dios, ¡escúchame y tenme compasión! ¡No me
niegues tu ayuda! Tú cambiaste mi tristeza y la convertiste en baile. Me
quitaste la ropa de luto y me pusiste ropa de fiesta, para que te cante himnos
y alabe tu poder. Mi Señor y Dios, no puedo quedarme callado, por eso siempre
de alabaré.
Como puedes ver, Dios es bondadoso y es infinita su
misericordia, por eso el ser humano no puede quedarse callado, debe mostrar
gratitud y alabar a Dios en todo momento, poniendo en alto su nombre pues sólo
El es Soberano.
Con Alta Estima,
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