sábado, 21 de septiembre de 2013

Lava todo mi ser...

Sabes, el Salmista acude a Dios buscando la infinita misericordia de Dios, pues el ser humano desde su nacimiento estaba inclinado al pecado, con una naturaleza contaminada pero lo esencial es que el hombre reconozca la verdad, que en su interior Dios te hace comprender la sabiduría necesaria para discernir y evitar las tentaciones, de manera que su corazón se vuelva recto ante Dios, para lo que debes pedirle a Dios que te purifique con hisopo y al ser purificado tenga una comunión con Dios pues ha sido arrancada la raíz del pecado, de la tristeza ya que el mismo Espíritu de Dios que golpea y hiere también cierra y sana las heridas. Asimismo, el rey David pudo ayudar a otros en el camino de Dios, enseñar al hombre a arrepentirse y darle a Dios un espíritu quebrantado que Dios acepta.

Dios mío, tú eres todo bondad, ten compasión de mí; tú eres muy compasivo, no tomes en cuenta mis pecados. ¡Quítame toda mi maldad! ¡Quítame todo mi pecado! Sé muy bien que soy pecador, y sé muy bien que he pecado. A ti, y sólo a ti te he ofendido; he hecho lo malo, en tu propia cara. Tienes toda la razón al declararme culpable; no puedo alegar que soy inocente. Tengo que admitir que soy malo de nacimiento y que desde antes de nacer ya era un pecador. Tú quieres que yo sea sincero; por eso me diste sabiduría. Quítame la mancha del pecado, y quedaré limpio. Lava todo mi ser, y quedaré más blanco que la nieve. Ya me hiciste sufrir mucho; ¡devuélveme la felicidad! No te fijes en mi maldad ni tomes en cuenta mis pecados.

Dios mío, no me dejes tener malos pensamientos; cambia todo mi ser. No me apartes de ti; ¡no me quites de tu santo espíritu! Dame tu ayuda y tu apoyo; enséñame a ser obediente, y así volveré a ser feliz. A los pecadores les diré que deben obedecerte y cambiar su manera de vivir. Señor y Dios mío, Dios de mi Salvación, líbrame de la muerte, y entre gritos de alegría te daré gracias por declararme inocente. Abre mis labios y te cantaré alabanzas. Yo con gusto te ofrecería animales para ser sacrificados, pero eso no es lo que quieres; eso no te complace. Para ti, la mejor ofrenda es la humildad. Tú, mi Dios, no desprecias a quien con sinceridad se humilla y se arrepiente. Trata con bondad a Jerusalén; vuelve a levantar sus murallas. Entonces recibirás con gusto las ofrendas que mereces, y en tu altar se presentarán toros en tu honor.

Y tú, campeón de la maldad, ¿por qué andas siempre presumiendo de tu maldad? Tienes la lengua como navaja; no piensas más que en destruir y en hacerles daño a los demás. En vez de hacer lo bueno, prefieres hacer lo malo, en vez de decir sólo la verdad, prefieres decir mentiras. Tienes una lengua mentirosa, y te gusta herir con las palabras. ¡Pero Dios te hará pedazos! De una vez por todas te agarrará por el cuello y te echará de tu casa; ¡te arrancará por completo y te echará de este mundo! Cuando el pueblo de Dios vea esto quedará muy impresionado, y entre burlas te dirá; ¡Así acabarás, capeón de la violencia, pues no buscas refugio en Dios! ¡Y así acabarán los ricos, que sólo confían en las riquezas. Por lo que a mi toca, siempre pongo mi confianza en el gran amor de Dios; yo, en su presencia, cobro vida como árbol cargado de frutos. Dios mío, yo siempre te daré gracias por todo lo que has hecho; en ti pondré mi confianza porque tú eres bueno. ¡Ponlo por testigo al pueblo que te ama!

Los necios piensan: Dios no existe. Pero son gente corrompida, todo lo que hacen es detestable ¡ninguno de ellos hace lo bueno! Dios, desde el cielo, mira a hombres y mujeres; busca a alguien inteligente que lo reconozca como Dios. Pero no hay uno solo que no se haya corrompido; no hay uno solo que haga el bien. Ustedes, gente malvada, que allí están llenos de miedo, que jamás buscan a Dios, y que se hartan de comida a costillas de mi pueblo, deberían saber esto: Dios dispersará por todas partes los huesos de sus enemigos; ¡Dios los pondrá en vergüenza porque lo has rechazado! En cambio, el pueblo de Dios no tendrá por qué temer. ¡Como quisiera yo que Dios nos enviara desde Jerusalén a alguien que salve a nuestro pueblo! ¡Cuando Dios nos haga prosperar, todos en Israel estaremos felices.

Dios mío, ven a salvarme, ven a defenderme; haz uso de tu poder, ¡muestra quien eres! Dios mío, atiende mis palabras. Gente extraña y violenta  me ataca y me quiere matar. ¡Esa gente no quiere nada contigo! Tú, mi Dios y Señor, me das tu ayuda y tu apoyo; harás caer sobre mis enemigos el mal que quieren hacerme. 
Destrúyelos, Dios mío, pues tú eres fiel! Yo, con mucho gusto te presentaré una ofrenda y alabaré tu bondad, pues me dejaste ver la derrota de mis enemigos, y me libraste de todos mis problemas.   

Por lo que es importante esperar en Dios y mostrar una humilde dependencia de Dios y, recuerda que el hombre hace lo malo porque no tiene temor de Dios, pero El te libra de toda angustia.


Con Alta Estima,

No hay comentarios:

Publicar un comentario