Así pues, habían pasado trece meses de que los israelitas
estaban en el desierto del Sinaí, cuando Dios habló con Moisés en el Santuario
y le dijo: que hiciera una lista de todos los israelitas por tribus y familias
para saber el número exacto y el nombre de todos los varones mayores de veinte
años capaces de ir a la guerra y que los anotara según el grupo a que
pertenecieran. Así lo hicieron y un mes después, que todavía estaban en el
monte Sinaí, reunieron a los jefes que Dios había elegido y a los varones
mayores de veinte años, los contaron y los anotaron según la tribu de Israel a
la que pertenecían, siendo el número total de soldados de seiscientos tres mil
quinientos cincuenta. Cada uno acampó bajo su propia bandera, y marchó con su
propia familia y su propia tribu.
Cabe mencionarse, que sólo los de la tribu de Leví no se
contaron pues ellos estarían al servicio del santuario. De los hijos de Aaron, Eleazar
e Itamar se ocuparon del sacerdocio y Dios dijo que apartarán a sus
descendientes para que estuvieran a su servicio y que le pertenecieran de
manera especial, y les pidió hicieran una lista de todos los descendientes de
Leví mayores de un mes, según a la familia que pertenecían. Moisés y Aarón
hicieron lo que Dios les había mandado, y en total fueron veintidós mil,
doscientos setenta y tres. Como los primeros hijos varones de los israelitas
son más numerosos que los descendientes de Leví, se podrá rescatar a los
doscientos setenta y tres que hay de más. Para rescatarlos se pedirá a cada
persona cinco monedas de plata, de once gramos cada una, que fueron mil trescientas
sesenta y cinco monedas de plata. Esa es la cantidad aprobada para las ofrendas
que se entregan en el santuario, dinero que tomó Moisés y se los entregó a
Aaron y a sus descendientes, tal como Dios se lo había ordenado.
Asimismo, Moisés y Aaron hicieron lo que Dios había mandado
y contaron y anotaron todos los
descendientes de Leví e hicieron una lista de
todas las familias descendientes de Quehat, Guersón y Merarí, contaron los que
tenía entre treinta y cincuenta años de edad y que podían prestar servicio en
el santuario, y el resultado fue, de Quehat, dos mil setecientos cincuenta
hombres, cargarían todos los utensilios del santuario, de Guersón, dos mil seiscientos treinta, llevarían
las cortinas del santuario, las cuerdas y todo lo que se necesita para el
culto, de Merarí, tres mil doscientos,
transportarían las tablas, las barras, los postes, las estacas y las bases siendo
un total de ocho mil quinientos ochenta, Moisés le dijo a cada uno que tenían
que hacer y llevar, tal como Dios se lo había mandado.
Como puedes ver, formar parte del ejército de Dios tiene su
precio, someter tu voluntad al Dios Altísimo, que tu conversión sea verdadera,
que tengas un compromiso contigo mismo para imitar a Jesucristo, apegado a su
Palabra que es la mayor fuerza para vencer cualquier obstáculo y puedas como
hombre nuevo espiritual crecer en el conocimiento de Dios, pues sólo sometido a
su voluntad puedes vencer al “Yo” racional, y aprendas a depender de El y estar
bajo su cobertura y poder vencer lo maligno de este mundo.
Con Alta Estima,
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