Desde la ciudad de Selá que está en el desierto, los jefes
de Moab envían corderos para presentar ofrendas a Dios en el templo de
Jerusalén. Los habitantes de Moab cruzan el río Arnón; parecen pájaros
asustados que escapan de sus nidos. Vienen con este mensaje para los habitantes
de Jerusalén. ¡Necesitamos protección! Necesitamos un lugar para escondernos.
No nos entreguen en manos del enemigo destructor. Cuando el enemigo se vaya de
Moab y terminen la guerra y la destrucción, un descendiente del rey David
llegará a ser rey de Israel. Su reinado será justo y honesto, él guiará a todos
con bondad, y no tardará en hacer justicia.
Los habitantes de Moab son famosos por su orgullo: se creen
muy importantes, y miran con desprecio a los demás. ¡Pero están equivocados!
Todos ellos llorarán por su país; se llenarán de tristeza al recordar los ricos
viñedos de Quir-haréset, de Hesbón y de Sibná. Esos viñedos eran tan grandes
que se extendían por el desierto, y llegaban a la ciudad de Jazer y hasta el
mar Mediterráneo. Pero ahora esos viñedos están marchitos, pues los asirios los
han destrozado por completo.
Por eso, ahora lloro por los viñedos de Sibmá y Jazer.
También lloro por Hesbón y Elalé, pues en sus campos ya no hay frutos ni
cosechas que den alegría a la gente. Ya no habrá en los campos alegría ni
alboroto; ya no se oirá el canto de los que recogen las uvas ni la alegría de
los que hacen el vino. ¡Se acabaron las canciones y los gritos de alegría! Mi
corazón tiembla como las cuerdas de un arpa; tiembla de tristeza por la
desgracia de Moab y de Quir-haréset. De nada les sirve a sus habitantes subir a
las colinas para adorar a sus dioses; por más que rueguen no van a conseguir
ayuda.
Este fue el mensaje que hace mucho tiempo Dios dio en contra
de Moab. Y ahora Dios dice: El contrato de trabajo de cualquier obrero dura
tres años. Por eso les digo que dentro de tres años el poder de Moab será
destruido. Su gente morirá; sólo unos cuantos quedarán con vida, pero sin
fuerzas.
Aquí puedes darte cuenta que el ser humano debe dejar a un
lado el orgullo para poder tener una relación personal con Jesucristo, pues el
hombre debe estar sujeto a la voluntad Superior, a Dios, confiar en El no en la
fuerza humana. Sabes, lo esencial es que el hombre cultive la humildad, crea en
Dios y reconozca que El es el único Dios verdadero y fiel a sus promesas, que da protección y hace justicia a los que
viven en rectitud.
Con Alta Estima,
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