Isaías anunció: ¡Qué mal le va a ir a Samaria, capital del
reino del norte! Para sus habitantes esa ciudad es como una corona que los
llena de orgullo. Pero es una ciudad de borrachos y sus jefes son como flores
que se secan y se marchitan.
Asiria es un pueblo poderoso; Dios lo tiene preparado como
una tormenta de granizo, como lluvia torrencial y destructora, como una
terrible inundación. Con su poder y su fuerza, Asiria echará por tierra a la
ciudad de Samaria, ese adorno de flores marchitas. ¡La arrancará como a fruta
madura! Ese día, el Dios todopoderoso será una corona maravillosa para la gente
de su pueblo que aún quede con vida. Dios hará que sus jueces sean justos y
dará valor a los soldados que defiendan la ciudad.
Isaías también dijo: Los profetas y los sacerdotes se
tambalean y tropiezan por tanto licor que beben. Están demasiado borrachos para
recibir palabra de Dios. ¡Todas sus mesas están llenas de vómitos! ¡No hay un
solo lugar limpio! Además, se burlan de mí y dicen: ¡Cómo se atreve a darnos
lecciones y a enseñarnos lo que dice Dios! ¡Ni que fuéramos niños chiquitos que
estuviéramos aprendiendo a leer! Pues bien, si ustedes no hacen caso, Dios les
hablará, pero lo hará en un lenguaje extraño, en un idioma que no podrán
entender.
Ya Dios les había dicho: Aquí hay tranquilidad; ¡aquí pueden
descansar! Pero ustedes no quisieron obedecerlo. Por eso Dios les hablará como
si fueran unos niños chiquitos que apenas saben leer. Serán como niños que
empiezan a caminar: se caerán de espaldas, se lastimarán y no podrán
levantarse.
Hombres sinvergüenzas, que gobiernan en Jerusalén: ¡escuchen
bien a Dios! Ustedes se sienten muy seguros por haber hecho un trato con
Egipto; pero es un trato de muerte, es un trato engañoso. Por eso Dios dice: Yo
seré para Jerusalén una piedra valiosa y escogida. Seré la piedra principal y
serviré de base al edificio. El que se apoye en mí podrá vivir tranquilo,
porque usaré como guías la justicia y la rectitud.
Ustedes confían en que Egipto los protegerá, pero el
poderoso ejército de Asiria destruirá esa falsa protección. Quedará anulado ese
trato de muerte que hicieron con Egipto; cuando llegue el momento terrible, una
gran desgracia los aplastará. El enemigo los arrastrará cada vez que los
ataque. Vendrá día tras día; vendrá de día y de noche. Cuando oigan que viene
el enemigo, se pondrán a temblar de miedo. Será como si se acostaran en una
cama demasiado chica; será como si se abrigaran con una manta demasiado corte.
Dios está decidido a actuar como actuó en el monte Perasim;
Dios va a manifestar su enojo como en el valle de Gabaón. Dios está a punto de
actuar, y lo hará de manera misteriosa. Por eso, ¡dejen ya de burlarse, no sea
que les vaya peor! He sabido que el Dios todopoderoso ha resuelto destruir todo
el país.
¡Presten atención, oigan mis palabras, escúchenlas con
cuidado! Cuando el campesino va a sembrar, no se pasa todo el tiempo arando,
abriendo surcos y rastrillando el terreno. Primero empareja la tierra, luego
arroja las semillas de eneldo o de comino siembra el trigo en hileras, y planta
cebada y centeno en los bordes de su campo. Porque el eneldo no se trilla ni se
pasa sobre el comino la rueda de una carreta; el eneldo se sacude con un palo,
y el comino, con una vara. El trigo no se trilla sin parar; más bien, se le
pasa una carreta y el grano se separa, pero sin molerlo.
Todo esto se aprende de Dios. Todo este conocimiento
proviene del Dios todopoderoso. Dios hace planes admirables y los realiza con
sabiduría.
Por lo tanto, el ser humano debe ser humilde y tener un
corazón limpio, desarrollar una buena conciencia y no apartarse del camino
correcto, siendo necesario que quite el orgullo, la soberbia, la inmoderación
de ciertos hábitos, como la embriaguez pues se vuelven una tentación al hombre,
que lo pueden desviar de lo que es
agradable y perfecto para el Dios Altísimo. Ahora bien, el hombre con o sin
autoridad, es conveniente sea ejemplo para los que están a su alrededor y
necesariamente pone freno a estos hábitos para que su razonamiento no sea
empañado y que su visión, su juicio su enfoque sea ecuánime no dejándose llevar
por libertinaje, sino al contrario que el hombre viva apegado a la Palabra de
Dios para que su vida sea edificada.
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