Dios tendrá compasión de Israel, y de nuevo seremos su
pueblo elegido. Dios nos hará volver a nuestra tierra. Gente de muchas naciones
vendrá a refugiarse en nuestro país, y se unirá a nuestro pueblo. Muchas
naciones nos ayudarán a regresar a la patria que Dios nos dio. Pero luego
tomaremos prisioneras a esas naciones, y así, los que antes nos dominaron y nos
maltrataron acabarán siendo nuestros esclavos. Israelitas, Dios calmará nuestro
sufrimiento y nos librará de la terrible esclavitud. Entonces nos burlaremos
del rey de Babilonia y le cantaremos este poema:
¡Qué mal te fue, tirano! ¡Mira en qué terminó tu orgullo!
Dios ha destruido por completo a los malvados reyes de Babilonia. Ya no
seguirán maltratando sin compasión a los pueblos. Ahora, toda la tierra está en
paz y canta de alegría. Hasta los pinos y los cedros del Líbano se alegran de
tu ruina y dicen: Rey de Babilonia, ya fuiste derrotado; ahora nadie volverá a
derribarnos. En el reino de la muerte hay un gran alboroto: los muertos han
despertado y salen a recibir al rey de Babilonia. Todos los reyes que allí
están se levantan de sus tronos y salen a su encuentro. Todos ellos le dicen:
También tú has perdido tu fuerza, ahora eres como uno de nosotros. La muerte
puso fin a tu orgullo y a la música de tus arpas. Ahora duermes envuelto en
gusanos.
Rey de Babilonia, tú que derrotabas a las naciones, ¡has
caído de muy alto! Te creías un dios en el cielo pero fuiste derribado a la
tierra. Te decías a ti mismo: Voy a subir hasta el cielo, allí pondré mi trono
por encima de las estrellas de Dios. Reinaré desde la montaña donde viven los
dioses. Subiré más allá de las nubes, y seré como el Dios altísimo. ¡Pero ahora
te han derribado y has caído a lo más profundo del reino de los muertos! Los
que te vuelven a ver se quedan mirándote y asombro dicen: ¿Es este el hombre
que hacía temblar a la tierra? ¿Es este el hombre que derrotaba a las naciones?
No, este no puede ser el hombre que convertía todo en un desierto, que destruía
las ciudades, y que no liberaba a los prisioneros.
Cuando los reyes de la tierra mueren, son enterrados en
hermosas tumbas. A ti, en cambio, no te enterrarán con honores porque
arruinaste a tu país y masacraste a tu pueblo. Tu cadáver quedará tirado en el
suelo, y será pisoteado como basura. Luego lo arrojarán a la zanja donde tiran
a los que mueren en batalla. ¡Nadie se acordará de tus descendientes porque
fuiste un malvado! ¡Mataremos a tus hijos por culpa de tu maldad! ¡Ellos
pagarán por los crímenes que cometieron sus antepasados! ¡Ellos no podrán
dominar la tierra, ni llenar de ciudades el mundo!.
El Dios todopoderoso ha jurado que destruirá a Babilonia.
La destruirá por completo; ¡barrerá con todo! En ella no quedará nadie con
vida, y nunca más será recordada. Dios la convertirá en un pantano, y en una
región llena de lechuzas. El Dios todopoderoso ha hecho este juramento: ¡Mis
planes no fallarán! Tal como lo dije, todo se cumplirá. Haré pedazos a los
asirios que ahora ocupan mi tierra; los aplastaré en mis montañas. ¡Libraré a
mi pueblo de su esclavitud! Este es plan que he preparado contra todas las
naciones de la tierra, ¡y nadie podrá detenerme! Yo, el Dios todopoderoso, juro
que así será.
El año en que murió el rey Ahaz, Dios envió este mensaje:
Pueblo filisteo, ya ha muerto el rey de Asiria que tanto te maltrató. Pero no
cantes victoria, pues ese país se convertirá en tu peor enemigo; será peor que
una serpiente venenosa. Yo mataré a los pocos que te queden con vida; haré que
tu gente se muera de hambre. En cambio, los pobres de Israel tendrán pasto para
sus rebaños, y descansarán tranquilos. ¡Filisteos, griten de dolor; tiemblen de
miedo! Porque del norte llega un ejército como una nube de humo, y todos sus
soldados están listos para la batalla. A los mensajeros de ese país se les
dirá: Dios construyó Jerusalén, y allí se refugiarán los más pobres de su
pueblo.
Aquí puedes darte cuenta que es necesario que el hombre
viva apegado a la Palabra de Dios para que su voluntad sea sometida a Dios y se
vuelva una persona obediente alineada a los principios establecidos por El, que
no hace cualquier cosa que desee sino que entiende que Dios tiene un plan para
cada persona y con disciplina y constancia se sujeta para permanecer en el
camino correcto. Por lo tanto, es esencial que el hombre busque a Dios a través
de su hijo Jesucristo, que crea en él y haga
morir su “yo”, su egoísmo, entonces el hombre nace de nuevo
y crea un compromiso con El, y Dios le da al hombre una nueva identidad
espiritual, pues Dios es compasivo con su pueblo y lo librará de la esclavitud.
Con Alta Estima,
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