viernes, 31 de enero de 2014

Todo esto pasó de un día para otro...


En esos días, el rey Ezequías se enfermó gravemente y estaba por morir. El profeta Isaías fue a visitarlo y le dijo: Dios dice que vas a morir, así que arregla todos tus asuntos familiares más importantes. Entonces Ezequías volvió su cara hacia la pared y oró a Dios así: Dios mío, no te olvides de que yo siempre he sido sincero contigo y te he agradado en todo. Luego Ezequías lloró con mucha tristeza.

El profeta Isaías salió, y ordenó que le pusieran al rey Ezequías una pasta de higos en la herida para que sanara. Luego el rey preguntó: ¿Cómo puedo estar seguro de que voy a sanar, y que podré ir al templo de mi Dios?

Dios le dijo Isaías: Vuelve y dile al rey Ezequías, que yo, El Dios de su antepasado David, he escuchado su oración y he visto sus lágrimas. Dile que lo sanaré, y que voy a darle quince años más de vida. Yo salvaré a Ezequías y Jerusalén del poder del rey de Asiria. Dile además que, como prueba de que cumpliré mi promesa, le daré esta señal: la sombra del reloj del rey Ahaz va a retroceder diez grados.

Luego de recuperarse de su enfermedad, el rey Ezequías escribió lo siguiente: Yo pensé que iba a morirme justo cuando estaba viviendo los mejores años de mi vida. Pensé que aquí en la tierra no volvería a ver a nadie, y que tampoco vería a mi Dios. Desbarataron mi casa, y me deprimí bastante; ¡perdí las ganas de vivir! todo esto paso de un día para otro, pero esperé con paciencia a que saliera el sol. Me sentía derrotado, como si un león me hubiera atacado. Chillé como golondrina, ¡me quejé como paloma! Me cansé de mirar al cielo y gritar: ¡Dios mío, estoy angustiado!¡Dios mío, ven en mi ayuda!
Era tanta mi amargura que ni dormir podía. Pero no podía quejarme porque tú mi Dios, ya me lo habías anunciado, y cumpliste tu palabra.

Tú, mi Dios, me devolviste la salud y me diste nueva vida. Tus enseñanzas son buenas, porque dan vida y salud. Sin duda fue para mi bien pasar por tantos sufrimientos. Por tu amor me salvaste de la muerte, y perdonaste todos mis pecados tu amor me salvaste de la muerte, y perdonaste todos mis pecados. Los que han muerto ya no pueden alabarte, ni confiar en tu fidelidad; en cambio, los que aún viven pueden alabarte como te alabo yo. También nuestros hijos  nuestros nietos podrán hablar de tu fidelidad.

Dios mío, tú me salvarás, y en tu templo te alabaremos con música de arpas todos los días de nuestra vida.

Asimismo, es necesario que el hombre tenga orden en su casa, pues el mañana es incierto y el ser humano no tiene certeza de los días de su existencia, por lo que  es necesario que esté expectante a cualquier acontecimiento, aunque esté viviendo los mejores años de su vida, Dios tiene otros planes. Por lo que el hombre debe estar apegado a la Palabra de Dios, buscar la sabiduría y empaparse del conocimiento de Dios y le mostrará al hombre la verdad para que a través de sus hechos manifieste a Dios la rectitud de su corazón y por ende una conciencia íntegra de su vida interior, pero sabes, el tiempo apremia, que el hombre se aboque las enseñanzas de Dios, pues son buenas  y dan vida.


Con Alta Estima,

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