Isaías dijo: Los enemigos de Israel son como un monstruo del
mar, y escurridizos como serpientes, pero Dios empuñará su espada, grande y
poderosa, y los destruirá. Cuando llegue el castigo de nuestros enemigos, Dios
dirá: Canten una canción a Israel. Yo la cuido y la protejo; día y noche le
brindo í protección para que nadie le haga daño. Ya no estoy enojado con ella;
todavía hay algunos rebeldes, pero yo los sacaré de allí. Si Israel quiere que
yo la proteja, deberá reconciliarse conmigo; ¡tendrá que hacer las paces!
Isaías dijo: En el futuro el pueblo de Israel prosperará y
poblará el mundo. Dios no ha castigado a Israel como castigó a sus enemigos; es
verdad que los castigó expulsándolos de su país y mandándolos a tierras
lejanas, pero no los destruyó como destruyó a sus asesinos.
Dios perdonará a los israelitas siempre y cuando ellos
destruyan esos despreciables altares donde adoran a otros dioses. Pero los
habitantes de Samaria son un pueblo sin inteligencia, y Dios, su creador, ya no
les tiene compasión. Por eso su ciudad fortificada ha quedado abandonada y
solitaria; allí sólo pasta el ganado, los animales se comen las ramas y luego
se echan a dormir. Las ramas se quiebran al secarse, y las mujeres hacen fuego
con ellas.
Cuando Dios perdone a Israel, hará que tiemble la tierra
desde el río Eufrates hasta el río de Egipto; pero a ustedes los israelitas los
juntará uno por uno, como junta el campesino las espigas. Ese día sonará la
gran trompeta. Todos los que estaban prisioneros en el país de Asiria y en el
país de Egipto, vendrán para adorar a Dios en la santa ciudad de Jerusalén.
Así pues, el hombre al arrepentirse de sus rebeliones, y acepta la presencia de Dios en su vida el
Señor le fortalecerá en su manera de vivir, le revelará su plan divino y le dará discernimiento del bien y del mal, liberándolo de la batalla contra el maligno pues sólo Dios
da la victoria y protege al hombre que se
ha reconciliado con El.
Con Alta Estima,
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