Cuando el rey Ezequías escuchó el mensaje de Senaquerib, se
puso muy triste, y para mostrarlo se rompió la ropa, se puso ropa áspera y se
fue al templo. Luego les pidió a Eliaquim, Sebná y a los sacerdotes más
ancianos que fueran a ver al profeta Isaías hijo de Amós. Como ya se ha dicho,
Eliaquim era el encargado del palacio, y Sebná era secretario del rey. Todos
ellos fueron vestidos con ropa áspera para mostrar su tristeza, y le dijeron al
profeta: El rey Ezequías dice que hoy es un día de luto, de castigo y de
vergüenza. Ya hemos perdido las fuerzas; estamos completamente desanimados.
Ojalá que Dios haya escuchado los insultos que el oficial de Senaquerib lanzó
en contra del Dios de Israel, y que lo castigue. Pídele a Dios que ayude a los
israelitas que aún quedan con vida.
Isaías les respondió: Denle al rey este mensaje de parte de
Dios: No tengas miedo de los insultos de ese soldado. Yo haré que el rey
Senaquerib reciba una mala noticia que lo obligue a regresar a su país, y allí
lo matarán.
El oficial asirio se enteró de que Senaquerib, su rey, se
había ido de la ciudad de Laquis. Entonces se fue de Jerusalén y encontró a
Senaquerib luchando contra Libná. Allí Senaquerib supo que el rey Tirhaca de
Etiopía había salido a luchar contra él. Entonces le mandó de nuevo un mensaje
de Ezequías.
Ezequías, rey de Judá: Tú confías en tu Dios, pero no te
dejes engañar por el cuándo te dice que yo no conquistaré Jerusalén. Como bien
sabes, los reyes de Asiria han destruido por completo a cuanto país quisieron.
¡No creas que tú te vas a salvar! Cuando mis antepasados destruyeron a países
como Gozán, Harán, Résef, y a la gente de Bet.edén que vivían en Telasar, ni
sus dioses pudieron salvarlos. Ni tampoco pudieron los reyes de Hamat, Arpad,
Sefarvaim, Ivá y Hená.
Ezequías tomó la carta y la leyó. Luego fue al templo,
extendió la carta delante de Dios y oró diciendo: Dios de Israel, tú tienes tu
trono sobre los querubines. Tú eres el único Dios de todos los reinos de la
tierra; tú eres el creador del cielo y de la tierra. ¡Préstanos atención! Mira
lo que nos está sucediendo. Escucha lo que dijo Senaquerib para ofenderte a ti,
el Dios de la vida. Es verdad que los reyes de Asiria han destruido a los
países y sus territorios, y que han echado a sus dioses al fuego. Pero en
realidad esos no eran dioses, sino imágenes de madera y de piedra hechas por
manos humanas, y por eso fueron destruidas. Dios nuestro, te rogamos que nos
salves del poder de los asirios, para que todas las naciones de la tierra sepan
que tú eres el único Dios.
Después Isaías le mandó este mensaje a Ezequías: Nuestro
Dios, el Dios de Israel, ha escuchado tu oración. Esto es lo que Dios dice de
Senaquerib: A ti, Senaquerib, Jerusalén te desprecia; los israelitas se burlan
de ti a tus espaldas. ¿ A quién insultaste y ofendiste? ¡Me ofendiste a mí, al
Dios santo de Israel! Tu mensaje es un grave insulto para mí. Tú presumes de
tener muchos carros de combate y de haber subido con ellos a las más altas
montañas del Líbano. Tú presumes de haber derribado los cedros y los pinos más
altos y hermosos. Dices que has llegado a los lugares más lejanos y a los
bosques más tupidos. Tu orgullo es haber hecho pozos y haber bebido el agua de
otros países. Presumes de qué a tu paso los ríos de Egipto se quedaron secos. ¿Pero
acaso no sabes, Senaquerib, que fui yo quien te permitió hacerlo? Desde los
tiempos antiguos he planeado lo que ahora sucede. Por eso destruyes ciudades
fortificadas y las transformas en un montón de escombros. Por eso dejas sin
fuerza a sus habitantes; y los confundes y llenas de miedo. ¡Y se han vuelto
como la hierba del campo, como el pasto verde; como la hierba de los tejados
que se seca antes de crecer!
Senaquerib, yo sé todo lo que haces; sé a dónde vas y de
dónde vienes. Y sé que te enojaste contra mí. ¡Te enfureciste y te llenaste de
orgullo! Pero voy a ponerte un gancho en la nariz, como se les pone a los
bueyes, y un freno en la boca, como se les pone a los caballos; ¡voy a hacerte
regresar por el camino por donde viniste!.
Después Isaías continuó diciéndole a Ezequías: Voy a darte
una señal que te hará saber lo que va a pasar. Este año y el próximo, lo único
que el pueblo comerá será el trigo que crece por sí solo. Pero en el tercer año
ya podrán sembrar y cosechar, plantar viñedos y comer las uvas.
Los habitantes de Judá que aún queden con vida serán como
árboles bien firmes que producen mucho fruto. Porque no todos en Jerusalén
morirán de hambre, sino que un pequeño grupo quedará con vida. Dios hará esto
porque los ama mucho.
Dios quiere que sepas que Senaquerib no entrará a Jerusalén.
No disparará ni una sola flecha; no la atacará ni construirá plataformas para
subir por sus murallas, tendrá que regresar por donde vino. Dios ha dado su
palabra. Dios protegerá esta ciudad, por amor a sí mismo, y por amor a David,
quien le fue fiel en todo.
Esa noche, el ángel de Dios fue y mató a ciento ochenta y
cinco mil soldados del ejército asirio , y a la mañana siguiente el campo estaba
lleno de muertos. Entonces Senaquerib regresó a su país y se quedó en la ciudad
de Nínive. Pero un día, mientras Senaquerib estaba adorando en el templo de su
dios Nisroc, sus hijos Adramélec y Sarézer fueron y lo mataron, y luego
escaparon a la región de Ararat. En su lugar reinó su hijo Esarhadón.
Así pues, el hombre debe reflexionar para evitar la
destrucción a sí mismo, alejarse de creencias falsas y cambiar de estilo de vida, con compromiso; pues el hombre debe estar en la búsqueda
constante de Dios, que lo reconozca como
su único Dios verdadero en quien puede confiar y asido de su mano librar la
batalla del mal, pero es esencial que sea temeroso en el Señor para florecer y avanzar
en el conocimiento de Dios pues El da vida a través de su Palabra. Por eso, el
hombre que confía en Dios puede
sobrevivir a cualquier circunstancia. Es necesario ¡Estar alerta! Que cada
persona cultive un corazón puro y sencillo para que preste atención a la voz de
Dios pues sólo El puede guiar al hombre en este mundo tan adverso.
Con Alta Estima,
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